Contrapreguntas para antes de divorciarse

Es muy difícil tomar de la desición de separarse de una pareja. El atajo suele ser dar vuelta la tortilla y hacer que el otro, o la otra, nos deje. Es hora de hacernos cargo de lo que pasa.

18 DIC 2017 · Lectura: min.
El camino más fácil suele ser bastante maquiavélico: Hacer todo lo malo posible para que el otro -ó la otra- nos deje.

Queremos sugerirte estas preguntas obligatorias antes de que alguien tome una decisión - que ya evaluarás- es irreversible.

Cuando uno de los miembros de una pareja se plantea la posibilidad del divorcio, ó la separación de hecho, es importante que reflexione acerca de tan importante paso, y sobre todo, que tome coraje para enfrentar la desición. El camino más fácil suele ser bastante maquiavélico: Hacer todo lo malo posible para que el otro nos deje. Pero esta táctica cobarde no siempre termina como queremos. En el mejor de los casos la separación se hace más dolorosa y violenta. Para ambos. Y dependiendo el caso, quien más sufre son los hijos.

¿Y las preguntas? O mejor: aquí van unas Contrapreguntas:

¿Ya no le gusto más? ¿Le gusta alguien más? Si en lugar de planteárselo al otro, respondiéramos estos interrogantes para nosotro/as mismo/as? ¿Soy la misma persona que conoció mi pareja, física, pero sobre todo espiritual, intelectual y emocionalmente? ¿Yo me gusto tal cual soy en este momento? ¿A mí me gusta alguien más? ¿Mi pareja me sigue pareciendo igual de atractiva?

Estas preguntas son disparadoras de una reflexión profunda acerca de la cotidianidad, de las ilusiones y las "mariposas en el estomágo" que con el tiempo corren hacia el fuego suicida del amor. En una comedia argentina maravillosa, el Psicólogo le plantea a su paciente, que atraviesa un desengaño amoroso por abandono: "No hay nada más dañino para una relación que la pasión. El asado se hace con las brasas. El fuego lo quema. En el amor es igual: hay días buenos que son pocos, hay días malos que también son pocos, y hay días normales que son la mayoría."

Pero entonces ¿el sexo ya no importa?

Por supuesto que el sexo es importante.

Que la pasión y el juego amoroso de los primeros tiempos dé lugar a otras cosas que hacen a la construcción de la relación, como la confianza, el compañerismo, el apoyo en tiempos difíciles, el afrontar los problemas económicos, ó con los hijos, en definitiva el día a día que se convierte en años. Todo eso está muy bien, es inevitable y necesario. Sin embargo no hay que olvidar que los amigos y la familia original también construyen nuestra cotidianidad. El plus -y la gran diferencia- que otorga la relación de pareja es justamente la intimidad sexual.

Las crisis matrimoniales son un complejo de situaciones que por supuesto incluyen a la vida sexual. La deterioran desde el primer momento, porque es en ese momento de intimidad donde la confianza y la complicidad se manifiestan de manera inequívoca. Si la pareja atraviesa por momentos de desconfianza mutua, de baja autoestima de alguno de los miembros, si se acumulan rencores no hablados durante años, la cama se convierte inmediatamente en una trinchera enemiga.

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Entonces ¿qué hacer?

Es importante primero aclarar con nosotros mismos cuál es el problema de fondo de la crisis. Cada pareja es un mundo. Preguntarse si el amor existe aún ó ya se terminó para tomar la decisión del divorcio es bastante absurdo. Preguntémonos cosas más sencillas, más reales, más tangibles, como: ¿en esta relación el poder está equilibrado? ¿Quién toma y qué decisiones? ¿Todo debe plantearse de a dos? ¿Existe un espacio mío y sólo mío que conviva sanamente con mi relación de pareja? ¿Tengo derecho a tomar decisiones que sólo me interesen a mí?

¿Somos medias naranjas, ó naranjas enteras?

El otro (ó la otra) es una parte importante de nosotros; pero sólo una parte. Debemos tener en cuenta que una relación sana no debería basarse en la necesidad de estar ó de poseer al otro; sino en el placer, el goce y el disfrute. Cuando las opciones son: mi pareja ó la muerte, nos enfrentamos a un serio problema de amor propio y autoestima. Este debería ser el límite entre mantener ó salvar la pareja ó alejarnos para siempre. Ninguno de los dos, ni siquiera la existencia de los hijos, puede llevarse puesta esa barrera. La de mi derecho como persona única, independiente, libre y soberana. No somos la mitad de nadie. Somos cada quien una persona completa que desea unirse a otras.

Si la auoestima está intacta, la mía y la de mi pareja; entonces los problemas pueden solucionarse. Si hay respeto mutuo por los espacios propios entonces no hay que temer el compartir todo lo demás. Se puede recuperar la confianza, incluso perdonar infidelidades. Lo que nunca puede perderse es la idea de que una pareja no es una entidad indivisible. Son dos personas que se unen por intereses comunes sin abandonar sus propios intereses individuales.

Hacéte estas preguntas, dálas vuelta, repreguntátelas, sé absolutamente leal con tu yo interior. Y tomá una decisión responsable y certera.

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