Amores virtuales

Muchas personas se refugian en el universo virtual para escapar de la soledad y el aburrimiento. Crean perfiles ajustados a la medida del amor ideal y casi siempre encuentran respuesta en otros entes virtuales hastiados también de aburrimiento y soledad.

¿Un divertimento peligroso?

No está mal hacer sociales, encontrar compañeros esporádicos para pasar el rato sentados frente a la computadora de casa. Pero ojo! no pretendamos que un desconocido de repente venga a terminar con nuestra soledad, nuestro cansancio o nuestras frustraciones frente a un amor físico y real que no funcionó en el pasado.

Entonces? Quién podrá ayudarme?

En el espejo y no en la pantalla del computador tenemos la respuesta: empecemos por pensar cómo está el termómetro de nuestra autoestima, Creamos firmemente en la idea de que el primer y más grande amor es el que nos tenemos a nosotros mismos. Así empezaremos a escaparle a la soledad. Un clavo no saca a otro clavo. Cuando nos sacamos un clavo queda una herida que debemos sanar y no seguir horadando el agujero. Refugiémonos en los amigos, en la familia, demos una vuelta a la manzana, respiremos aire, salgamos a dar vueltas en bicicleta, sentémonos en una plaza: quién sabe un día de estos un perro saque a pasear a su amo y lo siente justo en el mismo banco donde estamos nosotros. Y si no llega ese amor de película entonces volvamos a preguntarnos cada día: Yo me amo?

El Amor Museo: se mira y no se toca

También hay quienes sólo buscan amigos íntimos en las redes por aburrimiento o falta de otras ocupaciones. No está mal que nos pasemos unas horas a la semana jugando al noviazgo ciberespacial; pero tengamos claro que la salud física y mental e incluso el sexo saludable se encuentran en el contacto físico y real, en el enamoramiento que recibe flores ó comparte un helado en la plaza. No olvidemos que hay viejas costumbres que no cambian a pesar de la era tecnológica que vivimos. Porque el cuerpo sigue siendo nuestra realidad, y no las máscaras que nos esconden en las redes.

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