Uni Sunt, En Busca De La Infancia.

Durante el encierro "la añoranza abraza con su vino destapado" parafraseando una canción que, como tantas, invita a la introspección, al recuerdo de la infancia y ¿por qué no?

2 SEP 2020 · Lectura: min.
Uni Sunt, En Busca De La Infancia.

¿Qué busca quien anhela su pasado? La añoranza es una fuente de inspiración inagotable y a ella acudimos siempre que la guía del "orden de momento" no nos satisface, pues, dentro de esas frases que se dicen mucho más de lo que se dudan, se encuentra el clásico "Todo pasado fue mejor" generalmente acompañando a la nostalgia del orador.

La ciudad avanza y las ansias de permanecer duros e inmutables añorando un pasado mejor, parecen resistir las fuerzas de la innovación. Ese pasado mejor, de tan subjetiva cota, se remonta a pasos agigantados y con tan pocos miramientos que, si pudiésemos cumplir 1000 años el nuestro seria precolombino.

La Añoranza es del pasado, pero de uno particular, leído desde un lejano presente y un desánimo hacia el futuro, el cual generalmente, contiene un desesperado llamado a la propia Infancia, la cual se revive retrospectivamente. Esta añoranza, al correr en busca del pasado deseado, atacará sin tregua al «cambio», en un violento esfuerzo que muchas veces parece justificado.

¿Por qué volver?

Si bien esta situación no es actual en un sentido mediático, sí está en acto en un sentido aristotélico, constantemente y a través de la historia. Desde ahí buscaremos algunas pistas que apunten a la cuestión:

Desde la intelectual "generación del 80", Miguel Cané se lamenta ante el avance moderno a fines del siglo XIX, culpando al ferrocarril que había limpiado de tapias su patio, medio siglo antes de que Discépolo nos deleite con su inacabada y hermosamente pesimista descripción socio-artística de "Cambalache". El humorista Guillermo Francella, en uno de sus más aclamados personajes, encarna a "Enrique el Antiguo", quien forma parte del elenco a color con un estilo "retro", encarnado en blanco y negro, en clara protesta contra la actualidad. Esto solo por solo recapitular algunas opiniones «argentinas» de otras generaciones no tan distantes, las cuales comparten el quid de la cuestión.

Algunos fueron más lejos que su arte, mientras que de Cané no obtuvimos una obra artística muy deslumbrante, aparte de su modesta "Juvenilia", lo que si obtuvimos fue su proyecto de ley que termino siendo la «Ley de Residencia» de 1899, herramienta legal que permitía al Estado el arbitrio sobre la permanencia de «inmigrantes», que tanto molestaban al autor.

He aquí un hecho ilustrativo. Profusamente repetido desde lo micro (personal, grupal) hasta lo macro (institucional, comunal, municipal, provincial, nacional). Vemos que este tipo de reacción, es el impetu de conservación contra lo extranjero. Ver que el lugar de "lo extranjero" lo puede ocupar tanto un vecino, como un país, ante límites tan "naturales" como unas vías de tren o una ruta nacional es inevitablemente llamativo si se le presta atención.

Nos detendremos un segundo en el entendimiento etimológico de "extranjero", que comparte su pasado con "extraño", tanto en francés antiguo, como en latín y griego. En francés el "extranjero" podría traducirse como quien tiene la profesión u ocupación de ser "extraño", debido al sufijo –ero (presente en la mayoría de los oficios), siendo a su vez "extraño" proveniente del latín "extraneus" que contiene el prefijo "extra", lo que en ambos términos porta el significado de "fuera de".

¿Fuera de qué y de dónde? Fuera de nosotros, de a lo que nosotros pertenezcamos podría decirse, junto a la representación de ello que tengamos.

Seguramente no fue intención de James Watt, al mejorar el ferrocarril, que las vías férreas sean utilizadas para demarcar quienes eran contrincantes de quienes, utilizando dicho dispositivo como limite artificial de algunas comunidades.

Evidentemente somos ocurrentes y selectivos para decidir quiénes son nuestros enemigos, los referentes para identificarlos son muchos: un club, una marca de autos, un colegio, una nación, un ídolo... y la lista sigue, así como las excusas de su «elección», como pueden ser antiguos (tal vez míticos) enfrentamientos, tradiciones e incluso emotivas traiciones.

Podemos encontrar al discurso del Ubi Sunt, en ilustres personajes como San Francisco de Asís, quien se pronunció en contra de la pluma y el papel, ya por el siglo XIII, por ser una posible base de desacralización de las Santas Escrituras. Según explicó, su crítica se basaba en la desconfianza sobre la idoneidad de los nuevos escritores.

En los Renacentistas, quienes parece que nunca dejaran de repetirse, se nota la búsqueda de antiguas tradiciones de un pasado ideal. Por supuesto, el Renacimiento que mas caro resulta a nuestra presente educación es el del siglo XVI en Europa Occidental, el cual intenta designar el redescubrimiento y la utilización de las virtudes de una cultura antigua dada por extinta por los bárbaros que conquistaron el Imperio Romano de Occidente.

Claro está que los resurgimientos culturales constituyen un hecho (o un intento) bastante frecuente a lo largo de la historia de la humanidad. Como lo proclamara el historiador Johnson (2000) al decir (...) La mayoría de las generaciones de cualquier sociedad humana han tendido a mirar hacia las edades de esplendor del pasado y han intentado resucitarlas. Así podemos ejemplificar al Imperio Egipcio Medio y Nuevo, de hace ya 3 milenios, al Imperio Universal Alejandrino del siglo IV a.C, al Imperio Romano Occidental del siglo V d.C, al Renacimiento Carolingio del siglo VIII d.C, entre otros.

¿Por qué este ímpetu por resurgir el pasado? Aquí es necesario hablar sobre la pertenencia a un referente, cosa que nos opone a otros con pertenencia a otros referentes que no compartimos, pues, aparentemente, no podemos aunarnos con suprema adherencia a un referente universal, ya sea a un Dios, ni a una religión, ni a un derecho universal, ni a lo que sea. Irremediablemente intentamos refrenar el cambio percibido e intentamos volver a un espacio de mayor comodidad, aunque esto conlleve muchas veces acciones de represión manifiesta.

Sentirnos pertenecer es necesario para la supervivencia. A las personas, de manera individual, nos es muy difícil crear y sostener un sistema de creencias por nosotros mismos, desde cero. Es bastante mas económico tomar de nuestro entorno sistemas de creencias ya armados, como un bloque (que alguien tenga un sistema propio, frecuentemente es visto como signo de rareza, hasta de locura).

Por desgracia, corremos el riesgo de que estos bloques de creencias sean mucho mas económicos que coherentes. Así, por ejemplo, podemos heredar junto al nacionalismo, la libertad de los pueblos, junto con el machismo, el feminismo, junto con la paz, la guerra o junto con el autoritarismo, la libertad de expresión.

A fuerza de necesidad, convenimos en acatar algunos principios y enarbolar otros, a ser hipócritas con nuestras acciones en relación a nuestras creencias y a criticar lo que hacemos, como individuos o como grupos, a veces escudados en borrosos referentes como "la gente" o haciendo tácito al sujeto.

Quizá, con un esfuerzo demoledor de barreras ideológicas, podríamos aceptar que otros no atribuyan valor a lo que con tanto ahínco valoramos, o por lo menos, no elaborar una ley para su pronta expulsión de las cercanías. Esto siempre y cuando se este dispuesto a tolerar cierta cuota de violencia. "Todo no se puede", o por lo menos no lo hemos conocido.

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Escrito por

Ps. Bruno Longo

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