¿Cómo puedo aprender a aceptar mis defectos?
Todos tenemos defectos. Algunos queremos eliminarlos y otros no. Hoy te contamos cómo podés aceptarlos y tratar de cambiar algunos hábitos para sentirte mejor.
Empecemos por lo más básico: nadie es perfecto. La perfección es algo que no podemos ser aunque los medios de comunicación y la sociedad en general intenten vendernos la idea. Desde chicos nos enseñan que ser diferente es estar afuera y nos crian con el miedo a la marginalidad. No queremos usar lentes, nos martirizan con el peso, nos dicen tontos sin nos cuesta concentrarnos o chupamedias si nos sacamos buenas notas. Salirse de la media puede generar muchos complejos.
¿Por qué nos obsesionamos con nuestros defectos? La respuesta están en el grado de seguridad y confianza que tenemos en nosotros mismos. Esta es la base de la autoestima. Mucha gente hace terapia porque se siente feo/a, tímido/a, poco inteligente, poco interesante, etc. Muchos de ellos sufrieron acoso escolar o bullying en la infancia. Otros no, esos son los autoexigentes.
¿Qué puedo hacer para aceptarme?
El primer aspecto a tener en cuenta es reconocer los propios defectos. Escribilos. La lista puede ser muy larga pero hacé foco en los más importantes y pensá de dónde vienen, si son cualidades que querés y no tenés, si son defectos porque te molestan a vos o a la sociedad, si alguien te lo marcó como defecto alguna vez y te lo creíste.
Después de hacer la lista y reflexionar sobre lo que escribiste, tratá de responder a estas preguntas: ¿es realmente un defecto? ¿es un defecto real? ¿es tan malo ser así? ¿ese defecto anula tus virtudes? Por ejemplo, si te considerás poco inteligente porque no tenés una carrera universitaria, ¿es realmente así o te lo dijeron? El cuestionamiento sería: "es verdad que está bien tener una carrera y ser poco inteligente es un defecto. Sin embargo, yo elegí no estudiar porque quería trabajar. Estudiar no es lo mío pero mi trabajo lo hago bien. Soy responsable y cumplo con lo que me propongo. La inteligencia no es todo en esta vida".
Mirate al espejo y aceptá tus defectos. Analizalos: "tengo celulitis", "tengo la panza flácida", "soy muy tímido", "soy deordenado". Ahora acompañá esa frase con un "aunque" e introducí un aspecto positivo de ese defecto. Por ejemplo, "aunque tengo celulitis en las piernas no es exagerada, casi todas las mujeres tienen celulitis y mis piernas tienen muchas otras cosas positivas, no tengo estrías, son delgadas y me permiten caminar, correr, trasladarme".
¿Fue difícil? Seguro que no. Ahora el siguiente paso consiste en no ocultar los defectos. Llevalos con orgullo, mostralos, naturalizados, aceptalos. Aunque vos pienses que los demás son perfectos, todos tenemos nuestros defectos. Ser abierto ayuda a que el otro también lo sea, hace que fluya la comunicación.
¿Y si quiero cambiar mis defectos?
Si no estás a gusto con tus defectos y querés cambiarlos, ponete en marcha. Empezá el gimnasio, una clase de baile, leé libros, jugá, divertite. Si no te gusta tu panza, empezá a hacer abdominales todos los días. El objetivo no es ser perfecto, es que tu defecto no te moleste. Para conseguirlo, es fundamental evitar las comparaciones. Las mejoras son tuyas, no de los demás, no te compares con ellos. Si no te gusta tu nariz y vas viendo narices por la vida, te vas a frustrar. Hay muchas más narices defectuosas, pero no por eso menos atractivas, que narices perfectas. Y tené en cuenta que la belleza es un término muy relativo que varía de acuerdo al contexto social e histórico.
Bien, ya armaste el plan. Ahora tenés que valorar tus cosas positivas. Hacé lo mismo que hiciste con los defectos. Empezá una lista con tus virtudes y tratá de que sea lo más extensa posible. Te dejamos esta frase para reflexionar: "Hablá de vos mismo como hablarías de alguien que amás profundamente".
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